Lucha por mejorar cada día, por ser mejor persona. Lucha por amar como quieras que a ti te amen, por ser feliz a tu manera.
Aprende de tus errores y no tengas miedo a tropezar de nuevo. Levántate siempre después de cada caída con la seguridad de haber aprendido algo nuevo de cada tropiezo.
Enseña a tu corazón a sanar las heridas que dejen los amores que pasen de largo por tu vida y nunca tengas miedo de volver a enamorarte.
No te dejes vencer por nadie, mucho menos por ti mismo. Que tus miedos se queden atrás, que no te impidan vivir tu vida como a ti te dé la gana.
Lucha siempre por aquello en lo que creas y nunca dejes de intentar cosas nuevas, por mucho que otros digan, por mucho que otros piensen.
No tengas miedo de vivir.
Disfruta de la vida y lucha siempre por todo aquello que te importe. Que los ecos de fracaso se pierdan a lo lejos mientras tú sonríes y te limitas a seguir luchando como lo has hecho siempre: con la vista al frente y el pasado y sus lecciones en la recámara, dispuesto a esquivar cualquier problema conocido, dispuesto a tropezar de nuevo si hace falta.
Simplemente, lucha. Lucha contra el mundo que no entienda, lucha contra ti mismo. Lucha contra tus miedos e inseguridades y nunca des la batalla por perdida. Si el viento se pone en contra, da la vuelta, cambia el rumbo y deja que tus velas se hinchen.
A veces, basta con dar un paso atrás para recuperar el impulso.
Lucha. Nunca dejes de luchar.
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