No hace demasiado tiempo de la última vez que te besé. Todavía hoy me quema en los labios el roce de tu amor. Puede que ya no estés, pero imaginarte a mi lado sigue siendo la forma menos dolorosa de recordar que ya no estás. Como si tu recuerdo fuera capaz de llenar el vacío que dejaste al irte. Sé que me miento, que no hay aroma alguno entre tanto pensamiento, que no hay abrazos, que ya no hay besos. Que no hay amor en este olvido, que no ya no estás aquí conmigo.
Eso ya se acabó. Tomaste una decisión y la respeto. Quién soy yo para decidir sobre tu propia felicidad. Solo espero que la encuentres allá donde vayas y este adiós haya merecido la pena. No vuelvas en busca de todo lo que fuimos. Ya no somos nada y nada hay para ti aquí. Se terminó lo nuestro y solo nos queda un mañana separados por mucho que el pasado sea compartido.
Te quiero. Claro que aún te quiero. Y te echo de menos. Es difícil la vida sin ti, sobre todo cuando cada cosa de mi mundo me recuerda a ti. Te veo en cada mirada, en cada risa, en cada palabra muda que nadie grita. Te veo en el silencio, el mismo que guardaba todos tus secretos y que, un día, explotó. Dejaste de ser silencio para ser ruido, ser gritos, ser guerra. Aquí, donde yo creía que todo era paz y amor, resultó un campo de batalla infernal que nos dejó a los dos heridos cuando al fin decidiste huir.
Eso ya se acabó.
Lo respeto. A veces, huir también es de valientes. Sobre todo si lo que buscas es tu propia felicidad, escapar de una vida que ya no tiene sentido para ti. Por mucho que puedas llegar a doler como lo hiciste, como todavía hoy lo haces. No sé si alguna vez miras atrás y me buscas en medio de todo lo que has ido rompiendo a lo largo de los años. Será difícil encontrarme, pues son tantos los pedazos que ni siquiera yo mismo estoy seguro de poder volver a juntarlos esta vez.
Aún así, si lo haces, ten clara una cosa: no puedes doler tanto y esperar encontrar de nuevo las puertas abiertas de mi vida. Se cerraron el mismo día que dejamos de luchar. No digo que no fuera lo más sensato o la mejor decisión posible. De hecho, pienso que fue lo correcto después de todo. Tú no eras feliz y yo ya nunca volvería a serlo contigo. No sabiendo todo lo que ahora sé.
No por ti, ni mucho menos.
Por eso escribo todo esto. Para decir adiós. No por ti, ni mucho menos. Lo hago por mí. Para dejar de buscarte al otro lado de la cama en las frías noches de enero. Para no seguir pensando que eres tú la que llama cuando suena el teléfono. Para avanzar de una vez por todas y dejar de sufrir por alguien que ya no es parte de mi presente, solo una herida del pasado que, espero, se convierta pronto en cicatriz.
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