La verdadera amistad es simple, sencilla, no hay apenas discusiones, solo pequeños malentendidos de esos que se resuelven con el bajar de una cerveza y la sinceridad propia de los que se conocen tan profundamente que entre ellos no hay cabida a mentira alguna.
Con el paso de los años los amigos verdaderos son cada vez menos, la mayoría se van quedando atrás y los ves alejarse con tristeza. Nunca esperaste que muchos de ellos te fallaran, pero lo hicieron.
Así, cuando miras a tu alrededor y ves a esos dos, tres, cuatro amigos que aún conservas, te prometes a ti mismo que no les puedes perder. Si han llegado tan lejos es por algo y te esfuerzas sobremanera por mantenerlos a tu lado. La verdadera amistad es un regalo, y como tal hay que tratarlo, disfrutando de ella cada día.
Menos mal que los que yo considero amigos conocen mi torpeza innata, menos mal que siempre están ahí para salvar la caída y evitar que se destruya lo que tanto esfuerzo nos llevó construir.
Soy un desastre, uno muy grande, pero supongo que eso ya lo tienen aprendido y, aún así, ahí siguen conmigo.
Gracias.
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