Incendio

Puede que no se parezcan demasiado, que cada uno tenga sus historias y no sepan muy bien cómo juntar sus vidas sin provocar un desastre. Puede que no tengan claro qué es lo que sienten, qué es eso que les llama tanto de la otra persona y por qué siempre termina colándose en sus pensamientos.

No se dan cuenta de que están enamorados.

Que de tanto roce, tanto tiempo, el incendio es inevitable. Y a los dos les queman dentro las ganas de más, ganas de frenar el mundo y lanzarse de cabeza al universo que prometen sus labios, su cuello. La curva suicida de unas caderas en las que tantos se han matado por no saber qué hacer después. Por no atreverse a tomar las riendas de un fuego que, si no tienes cuidado, te quema hasta el alma.

Y duele, más de lo que puedas imaginar. Porque amar sin estar preparado es uno de los mayores errores que podemos cometer. Y, aun así, lo hacemos. Buscamos llenar vacíos con amores que ni son amores ni son nada, que no llegan siquiera a ocupar el hueco porque les viene tan grande que, cuando se dan cuenta, solo dejan herida en la huída.

Pero eso es algo que a ellos no les afecta. Los dos saben lo que quieren y están preparados para ello, aunque aún no se han dado cuenta. Solo hace falta una chispa en mitad del silencio, que les ilumine los ojos en la noche y, casi a cámara lenta, provoque el incendio que ambos esperan.


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