Te quise, claro que lo hice. Y te quise bien. Ojalá tú hubieras hecho lo mismo conmigo. Todos merecemos estar con alguien que esté dispuesto a querernos como en verdad merecemos. Aunque tenga que esforzarse. El amor no se regala y ya está. Hay que mantenerlo vivo, feliz. Hay que alimentarlo de momentos, de historias. De besos de esos que encienden hasta el alma y nunca, jamás, dejar que caiga en el vacío de la rutina.
Cuando sales con alguien te comprometes a ello. Si no, ¿para qué hacerle perder el tiempo a la otra persona? Peor aún, ¿para qué jugar con su amor?
Ama como quieras que a ti te amen, siempre. Incluso intenta dar de ti un poco más. Al menos esa es mi forma de ver el amor, ojalá la tuya hubiera sido igual.
Dueles como nunca antes nadie había dolido.
Quizá me entregué demasiado a ti, pero es que soy así, no sé amar de otra manera que no sea dando siempre todo lo que tengo.
Al menos tengo la conciencia tranquila. No puedes reprocharme que no lo intenté. Y… a pesar de todo, ¿por qué soy yo el único que está mal? Te veo sonreír y duele. No porque no quiera que seas feliz, sino por la indiferencia que demuestras hacia todo lo que tuvimos.
O quizá no.
Tal vez esto sea solo un reflejo más de lo que tuvimos juntos. Un corazón roto, pero solo el mío. El tuyo sigue entero, no te preocupes, nunca llegaste a arriesgarlo en nuestro amor.
Ojalá una mañana me levante y ya no duelas. Abra los ojos sin miedo a olvidar tu rostro, me arranque del sueño de tus labios y cuando me mire en el espejo, ya no haya dolor en mis ojos.
Ojalá dejarte atrás. No te mereces doler así. Nunca hiciste lo suficiente para ganarte este derecho y, aun así, has conseguido doler más que ningún pasado.
Pero no importa. Supongo que algo aprenderé. Pensaré en ti como una lección más de la vida, una piedra en el camino que me ha hecho tropezar, pero que no ha conseguido que no me vuelva a levantar.
Jamás podrías conseguir eso.
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