Hace tiempo que me pregunto en qué punto del camino te perdí, en qué momento dejé de pensar como lo harías tú y empecé a darle demasiada importancia a cosas que no la tienen, a perder el tiempo en responsabilidades impuestas por otros y que nada tienen que ver conmigo, en dejar de vivir la vida como un día te prometí.
Hace tiempo que te busco, pero me está costando un mundo encontrarte. ¿Será que te he perdido para siempre? No, me niego a creer eso, sé que estás en algún lugar, escondido y temeroso, sin reconocer en mí ni una sola parte de lo que un día fuimos.
Hace tanto que trato de encontrar la forma de volver a ser tú que estoy empezando a dejar de ser yo, y en realidad creo que eso es bueno. No me gusta ser adulto. La verdad, tiene muy pocas cosas buenas. Por eso te busco, para que hablemos, para que tomes las riendas de vez en cuando. Te prometo que no te molestaré, que te dejaré hacer. Siento que necesito ser niño otra vez.
Se me ha olvidado por completo como serlo. Lo intento, créeme, pero al final siempre acabo cayendo de nuevo en todas esas preocupaciones sin importancia real que consumen mis días y que me obligan a dejar de lado tantas cosas que me gustaría hacer, que a veces me pregunto para qué narices sirve todo esto.
No te quiero entretener más, seguro que estás por ahí jugando feliz. En realidad tú jamás habrías escrito una carta como esta, ¿ves a lo que me refiero?
Por favor, no me lo tengas en cuenta y ven, encuéntrame tú, yo hace demasiado que estoy perdido.
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