Me pregunto…

Me pregunto en quién piensas cuando te muerdes el labio. Por quién suspiras cuando la vida aprieta, o quién será el idiota que te roba el sueño. Me pregunto cuántos de esos suspiros llevan mi nombre, si es que alguno lo hace, y cuántas de tus mañanas amanecen conmigo en tu mente. Te escribo los buenos días, como quien se cuela en tu cabeza bien temprano y deja de paso un par de palabras bonitas. Tal vez, si ya en la mañana te robo sonrisas, llegue un día en que te des cuenta de que siempre he estado aquí.

Me pregunto cuántos de esos suspiros llevan mi nombre.

Me pregunto a dónde irás cada vez que te pierdes en mitad de la vida, con la mirada perdida y el recuerdo de algo en el rostro. Tal vez no recuerdes, tal vez sueñes. Tal vez yo, tal vez otro. Quién sabe. Solo tú conoces todos esos sentimientos que llevas dentro, y ni siquiera tú, a veces.

Dame un día, uno solo. Que empiece en tu cabeza y termine entre tus brazos. Un día de libertad para sentir felicidad, por una vez. Un día en que te dejes de comer tanto la cabeza y, por fin, me veas.

Deja de jugar con tu melena, de rizar el rizo que mareas cada vez que te vas, cada vez que vuelves a mí y te dejas. Agotada. Eso estás cada noche porque de tanto pensar, recorres kilómetros mentales que ya quisieran otros muchos poder aguantar.

Un día de libertad para sentir felicidad.

Piensa, sí. Pero encuentra la manera de no irte cada vez que te asaltan las dudas, de no perderte. Aunque, si lo haces, ten claro que cuando vuelvas, siempre seré yo lo primero que veas. Te estaré esperando a la vuelta de tus dudas, con la mirada fija en tus ojos verdes y la ganas intactas, como lo han estado siempre.


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