Que nadie te quite las ganas, que nadie decida por ti. Que tus sueños sean tan grandes que incluso dudes de si son realmente posibles. Lo son. Todos lo son. Pero de la duda nacen las fuerzas de superarse, de dar siempre un poco más de lo que llevamos dentro. Así, con tres pasos donde sobran dos, acercamos siempre la meta y volvemos real aquello que, a priori, parece inalcanzable.
No tengas miedo de volar alto. Roza las nubes con los ojos cerrados y siente en las alas la fuerza del viento, la de tu propio esfuerzo. Coge aire. Cree en ti. Nadie más que tú puede hacerte vivir tus propios sueños.
Por eso, no te cortes. Si de ti depende alcanzarlos, sabes que, tarde o temprano, lo lograrás. Así que permítete soñar a lo grande, con tantos futuros como promesas seas capaz de hacerte a ti mismo, como veces te puedas comprometer con el esfuerzo que requieran y, ya lo verás, no habrá meta inalcanzable.
Vuela, ríe, sueña. Sé feliz a tu manera. Disfruta del camino que te lleve hasta la meta y, cuando llegues, no te olvides nunca de mirar atrás, de valorar el esfuerzo realizado antes de fijar la vista al frente y volver a pensar en futuro.
Es simple, no hay sueños demasiado grandes, solamente pocas ganas de esforzarse.
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