Vivimos de rallada en rallada, preocupados siempre por cosas sin importancia real mientras la vida pasa. Perdemos el tiempo en eternos debates mentales sobre qué hacer, qué piensa este o aquella, qué hice mal, qué podría haber hecho mejor.
Nos cuesta entender que las cosas que de verdad importan no son esas. Nuestra cabeza tira de nosotros, nos engaña y nos preocupa con tonterías que, al final, cuando miramos atrás, nos damos cuenta de todo el tiempo que hemos tirado a la basura.
Sé feliz contigo mismo, eso es siempre lo más importante y lo primero. Mientras estés a gusto con quién eres, poco importará lo que piensen otros. Acéptate, eres tu único juez y no tienes que ser nunca tan exigente contigo mismo.
No te compares. Que cada uno haga, piense o sea lo que le dé la gana ser. Es lo bonito de estar vivos, que todos podemos decidir sobre nuestras propias vidas y no deberíamos nunca sentirnos insatisfechos con nosotros mismos por lo que hagan otros. Simplemente, vive tu vida como quieras y que ellos hagan lo mismo.
Ámate tú aunque ya te amen otros y, sobretodo, si no lo hace nadie. Nunca estarás solo mientras te tengas a ti mismo.
Perdemos demasiada vida entre pensamientos inútiles. El tiempo que tienes es un regalo, no lo malgastes con ralladas estúpidas que no llevan a ninguna parte. Cuando tu cabeza decida que rallarse es lo más importante, ponte en huelga. No pienses. Ocupa todos tus sentidos en hacer algo realmente productivo. Cualquier cosa sirve con tal de no perder ni un solo segundo más en todas esas tonterías.
Y si la has cagado en algo, pide perdón, demuestra que lo sientes y que sea la otra persona la que tenga que decidir si te perdona o no. Más no puedes hacer así que, por muy culpable que te sientas, ya no es decisión tuya y de nada sirve comerte la cabeza.
En fin, que seas feliz. Que no dejes que el mundo y mucho menos tu propia cabeza te haga perder ni un solo instante de vida. Como digo siempre: tú primero, el mundo luego.
Y que la vida siga.
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