Por favor, hablemos

Hablemos, cuando quieras, pero hablemos. A la cara, nada de WhatsApp ni llamadas. Volvamos a lo que un día fue y dediquemos un rato a recordar el valor de una mirada, de una sonrisa, de un silencio.

Hablemos, frente a frente, con un café de por medio. En la calle, en un banco o incluso en el metro. Donde quieras, pero hablemos. Con el móvil bien escondido lejos de las manos, nada de hablar mirando a la pantalla mientras yo trato de que se crucen nuestras miradas.

No, no quiero eso. Quiero contacto visual, que las únicas luces que iluminen tu rostro sean las del sol o las del local en el que estemos, y que nos olvidemos durante media hora de tanta red social. Sí, eso quiero. Que volvamos a quedar para poder hablar y que nos alejemos de Facebook para saber cómo nos va.

Pregúntame. Cuando te cruces en la calle conmigo, párame, háblame, no me saludes con la cabeza y sigas tu camino. Crúzate en el mío, hablemos, aunque sean solo dos minutos, pero hablemos.

En algún punto del camino nos hemos perdido por completo. ¿Nadie se da cuenta de que hemos sustituido una sonrisa verdadera por un emoticono? Por la cara redonda de un dibujo sonriente. Por favor, ¿qué puede haber más triste que eso?

Me da miedo pensar dónde estamos ahora mismo y, sobre todo, imaginar a lo que podemos llegar en un futuro no demasiado lejano.

Me niego a formar parte de esto. ¡Cuánto tiempo perdido en soledad!

Así que quieras o no, te seguiré contando aunque no escuches, te seguiré sonriendo aunque no mires y te seguiré suplicando que hablemos, cara a cara, con solo un café o una cerveza de por medio.

Puede que un día despiertes de tu ensueño y, al levantar la mirada, comprendas la tristeza que emana de cada persona que te rodea perdida en una pantalla.

 

 


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