Y aún así, sonríes

Tienes algo, no sé muy bien el qué, que me vuelve loco cuando sonríes. Será tu mirada llena de paz, una felicidad que ansío por encima de todo y que tú pareces dispuesta a regalarme cada día. No sé ni cómo lo haces. Llevas tatuadas en el corazón todas tus derrotas, haciendo puentes entre las enormes grietas que te dejó el ayer con pequeños remiendos con los que pretendes frenar la caída.

Y sonríes. A pesar de todo, sonríes.

Como si la vida no te hubiera dado ningún golpe. Como si el mundo no fuera un lugar gris que trata de apagar todos tus colores, o las personas que se fueron no se hubieran llevado con ellas un pedacito de ti. Tantos que ahora sientes un vacío dentro que no sabes muy bien cómo llenar. Y es que, fueran uno o fueran cientos, el dolor que dejaron tras de sí no se llena fácilmente.

Llevas luchando para ser feliz toda la vida y, aún así, sonríes.

Eres tan fuerte que te admiro. Ojalá un día aguantar los golpes como tú: con la cabeza alta y sonriendo, consciente de que nada podrá contigo mientras no te dejes ir. Supongo que por eso sonríes. Porque sabes que tu vida es tuya y de nadie más. Que tú decides volver a levantarte siempre por mucho que otros te hagan tropezar. Y no importa el vacío que dejen, que ya lo llenas de ti misma y así nunca te faltará nadie.

Quizá el mañana traiga un poquito más de paz. Menos que aguantar, más amor y puede que incluso deje de doler así. O no. Quizá todo sea aún peor. Y sé que no te importa. Ni lo uno, ni lo otro. Nada te hará perder la sonrisa otra vez. Aprendiste la lección un día: tú eres la dueña de tu mundo, la que decide ser feliz por mucho que otros duelan. Y por eso, a pesar de todo, sonríes. Y nunca nada te hará perder esa sonrisa que te ancla a la cordura y te da las fuerzas para seguir luchando por esa felicidad esquiva que tratas de atrapar desde hace tanto.

 

 

 


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