Volver a confiar

Es difícil confiar cuando te han fallado en el pasado, cuando te han hecho tanto daño que aún hoy sigues curando las heridas. Son tantos los rotos que todavía sigues remendando, que no te atreves a confiar de nuevo como antes lo hacías. Será que la vida es un juego en el que, hasta ahora, has ido perdiendo. Sin darte cuenta siquiera, sin merecerlo. Son otros los que juegan, mejor dicho. Son otros los que te rompen y no les importa, los que duelen y se ríen cuando te dejan atrás, recogiendo los pedazos de ilusión del suelo.

No digo que no tengas culpa de nada. En este mundo nuestro todos somos culpables de algo. Si no confías por lo que te haya hecho el pasado, seguramente tengas parte de culpa en todo lo vivido. Por dejar que ocurriera, por no ser tú quién rompa el presente de los demás cuando sientes que se están aprovechando. Por seguir aguantando a idiotas que no se merecen tu amistad, mucho menos tu amor. Por seguir siendo el último eslabón el la cadena.

Pero no el más débil.

La diferencia es grande, no te confundas. Eres, posiblemente, la persona más fuerte que conozcas y no te das ni cuenta. Ser el último de la fila solo significa que quizá no estés en la mejor compañía. Que todos merecemos a alguien que nos ponga siempre por delante, sin importar lo cuesta arriba que se vuelva la vida. Y tú no eres débil. Simplemente, has sufrido de más por querer demasiado a quien no se lo merecía. Pero eres más fuerte de lo que piensas. Nadie puede pasar por tanto y no endurecerse.

Yo lo llamo protección. Y no hay nada malo en no querer volver a sufrir de nuevo. Aún así, pienso que es mejor confiar y que duela, a seguir encerrando en un mundo de soledad en el que nadie te puede fallar… pero tampoco hay nadie cerca con quien compartir vida.

Hace falta mucho valor para abrir las puertas de nuevo cuando decidiste cerrarlas un día. Pero nunca está de más tener a alguien cerca. Te pierdes mil historias que compartir, momentos que no volverán si sigues en ese mundo tuyo en el que nunca pasa nada. Es así… estás tan solo que, igual que es imposible que alguien te duela, también es muy difícil que nadie te haga feliz.

Y no hay mayor soledad que la auto impuesta. Para bien y para mal. Así que basta ya de cerrar la vida a todos por culpa de unos pocos. Abre de par en par las ventanas de tu alma y no tengas miedo a mostrar tus cicatrices. Confía, de nuevo, y verás como llegará un día en el que mires atrás y no te arrepientas de nada.

 


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