Las relaciones son una parte importante de la vida, es parte de crecer y madurar. Ya sean amistades o relaciones amorosas, las interacciones interpersonales tienen un impacto directo en nuestra manera de comportarte, ya que a medida que vamos madurando muchas de nuestras creencias van cambiando, entre ellas nuestra perspectiva del amor.
¿Te has dado cuenta que ninguna de las relaciones que has tenido son iguales? Sí, puede que sientas que repites alguna que otra experiencia, o que algo pase que te haga pensar “no otra vez”. Pero cada relación que tienes es diferente a la otra, y es esto mismo lo que hace que sea valiosa, por las lecciones aprendidas y la madurez obtenida. Madurar implica entender el amor de otra manera, más profunda y algunas veces, más sencilla; amar cuando eres adulto responde a una necesidad intensa cuya satisfacción conlleva un largo tiempo de crecimiento.
Amor infantil vs amor adulto
Cada uno de nosotros tiene un concepto de lo que representa el amor, lo que es realmente importante y qué es lo que se espera en una relación. En este proceso, las experiencias amorosas de nuestra juventud, las ideas preconcebidas y las creencias personales tienen un peso fundamental en nuestra manera de vivir el amor.
Desafortunadamente, cuando somos jóvenes o adolescentes, el amor se presenta en su mayoría lleno de confusiones o decepciones, lo que nos lleva a ser mucho más cautelosos respecto al amor cuando somos adultos, ya no somos tan rápidos en abrir nuestro corazón a otros ni nos precipitamos con tanta facilidad en una relación solo por estar en una o demostrar un punto.
Existen dos clases de amor: el amor joven o infantil, que es un estado emocional salvaje, de confusión de sentimientos y emociones que van desde la ternura, pasando sexualidad, júbilo, dolor, ansiedad hasta celos irracionales. El otro tipo es el amor adulto, que se describe como una amistad amorosa que incluye afecto, confianza, respeto, lealtad y conocimiento íntimo mutuo.
El tiempo nos enseña a ver con los ojos del corazón y a apreciar lo auténtico. Es ahí donde las experiencias nos acercan al amor adulto, haciéndonos sentir más libres para expresar nuestros sentimientos y ser capaces de reconocer en el otro sus estados más profundos, conociéndonos a más a nosotros mismos a través del otro.
Diferencias entre el amor infantil y el amor adulto
● Las relaciones infantiles tienen que ver con la atención, ya que se trata del “yo”; las relaciones adultas tienen que ver con la intención, en donde se prioriza el “nosotros”
● Las relaciones infantiles provocan peleas; las relaciones adultas crecen a partir de ellos.
● Las relaciones infantiles se dan a través de mensajes de texto; las relaciones adultas buscan pasar tiempo juntos en persona.
● Las relaciones infantiles se ocupan de los juegos; las relaciones adultas no tienen tiempo para ellas.
● Las relaciones infantiles pelean por nada; las relaciones adultas tienen metas por las que luchar.
● Las relaciones infantiles se tratan de lo que se ve bien; las relaciones adultas se tratan de lo que se siente bien.
● Las relaciones infantiles devoran el alma; las relaciones adultas alimentan tu alma.
● Las relaciones infantiles se mueven demasiado rápido; las relaciones adultas te dan ganas de saborear y reducir la velocidad.
¿Qué implica el amor adulto?
Un concepto fundamental en el adulto y en el amor es la autonomía. Y aunque parezca una contradicción hablar de la unión y de autonomía, pero es que esta y la autoestima son inseparables. Los individuos que son conscientes de su autonomía entienden que los demás no existen solo para satisfacer sus necesidades: saben que por mucho amor y comprensión que exista entre dos personas, cada uno es responsable en última instancia de sí mismo, cada uno es responsable de su felicidad.
Al madurar damos un valor más justo a cada una de las cosas que vivimos, apreciando la esencia del otro y aceptando sus virtudes y defectos. El amor adulto da lecciones de vida, valorando la esencia de la persona. En cambio, el amor infantil busca atención, llega a ser egoísta o incluso hiere a la otra persona.
Amar satisface un ansia, un deseo de dar ternura o cariño a otro. Además, ser amado llena otra necesidad: el deseo individual de ser querido y apreciado. Si amar constituye una clase especial de realización, ser amado es la recompensa que se le otorga. Los principios que explican cómo elegimos nuestras parejas se basan en la interacción entre las características de una persona y la apreciación de esos rasgos por la otra.
El amar y ser amado no es el único placer dentro de la relación de pareja madura, también existe satisfacción en el proteger, ayudar y guiar al otro, al tiempo de sentir seguridad y confianza. Te invito entonces a hacer una pequeña reflexión: en esta etapa de tu vida, ¿el amor que forma parte de tu vida es infantil o es adulto?
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