No busco nada especial, nada del otro mundo. La verdad, buscar ni siquiera busco. Dejo que la vida me lleve y, si aparece, bienvenido sea. Pero no busco, para qué, si siempre que busco acabo desesperando ante la evidencia de que sin buscar todo parece más sencillo. Será que al no esperar nada, todo lo que venga será mejor de lo pensado, si es que alguna vez pensamos.
Lo que tenga que ser, será, dicen. Incluso si lo que ha de ser tú no quieres que sea; o si lo que será ya fue y vuelve repetido. Digamos que a todos nos tienen que pasar ciertas cosas en la vida, mejores o peores, pero que van a pasar quieras o no. Yo soy de los que creen que esas cosas vienen en número finito como una cuenta atrás, marcando en historias el ritmo en que vivimos.
Me gusta pensar que una de esas historias que aún no he vivido eres tú. Imagino que un día apareces, besas y te quedas. Si, tú, seas quién seas. Porque ten claro que no te busco, simplemente espero a que llegue tu turno de entre todas las historias que me quedan por vivir. Y mientras espero, pienso y me pregunto si ya habré conocido tu sonrisa, si ya nos habremos cruzado en la calle o incluso si nos habremos sentado juntos en un autobús, un cine o un teatro. A veces me paro a buscar entre las miradas de los que me rodean unos ojos que me digan “eh, tú, soy yo”. Pero nunca estás.
Por eso, hasta que llegue tu turno yo seguiré así, viviendo sin preocuparme por ti, porque sé que llegarás y cambiarás mi vida de la misma forma en que yo cambiaré la tuya. Pero eso ya es otra historia, de momento mi historia no eres tú, sino vivir mi vida y sus momentos hasta llegar a tu capítulo. Ya entonces habrá tiempo.
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