El niño que hay en mí

Una vez fui niño. Soñé con un futuro brillante perdido entre estrellas y con un mar de algodón en el que ahogar cualquier pena. Imaginé la vida a corto plazo, columpiando la idea de seguir siendo niño a pesar de los años.

Una vez caí, y de mi rodilla lastimada sangró el mayor de mis problemas, la peor de las tragedias: una herida que me impedía seguir jugando. Grises nubarrones cubrieron mi ánimo y sentado en la acera vi a mis amigos reír sin mí. ¿Os imagináis mayor tragedia?

Una vez vencí, sí, gané la batalla a aquel matón que arruinaba mis días en el patio. Fui héroe en mi mundo y desde mi castillo de naipes le sonreí al enemigo, tendí la mano, gané un amigo. Comprendí que las cosas cambian y que todos tenemos el poder de elegir cómo afrontar cada piedra del camino. Somos los reyes de nuestros mundos, los capitanes de nuestras almas.

Una vez leí, y de las páginas de aquel libro nacieron nuevos horizontes, vivencias de otros que hice mías y por las cuales llegué a confundir ficción con realidad. Soñé, amé, caí y me levanté, creí en la magia, en dragones, en monstruos y grandes batallas, en paredes de chocolate y en manzanas envenenadas. De cada página robé nuevos sentimientos, nuevas lecciones, nuevos amigos que luego, al crecer, fui perdiendo por el camino.

Una vez fui niño, pero crecí y olvidé la sencillez de la vida. Falté a mi promesa de Peter Pan y ahora me veo en la distancia, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre el pecho. Veo la lágrima solitaria que brota de esos ojos, mis ojos, y que cae lentamente al suelo, dejando tras de sí la humedad y la vergüenza, la comprensión de un niño solitario de que en realidad una herida sangrante en la rodilla puede no ser el mayor de los problemas.

Ahora lo miro y comprendo que la mayor de las tragedias ha sido perderlo, olvidar que existió y, peor aún, que todavía existe, luchando dentro de mí por hacerme recordar que la vida es mucho más sencilla y que solamente yo tengo el poder de rescatarlo.

Y lo haré. Se lo debo a él y me lo debo a mí. Sin ese niño no soy nada.

 

 


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