Todos merecemos a alguien que no pueda estar sin nosotros. O que pueda estarlo, mejor dicho, pero que actúe como si no. Que se muera por vernos cada día si pudiera, por hablarnos a todas horas y que nunca se canse de nosotros, de la realidad que somos y no de esa fachada que mantenemos para el resto del mundo.
Alguien que haga de nuestra felicidad su prioridad, que nos robe la sonrisa cuando más esquiva la tengamos y llene de luz la oscuridad. Que le de sentido a las canciones y vida a los poemas.
Todos merecemos a alguien que ame nuestros defectos, que comprenda que son parte de nuestro ser y, precisamente por eso, se enamore de ellos. Alguien que bese las cicatrices y entienda nuestras batallas, que las acepte y se una a la lucha con tu mano en la suya y todas las armas preparadas.
Es simple. Todos merecemos a alguien que lo de todo por nosotros. Que no le importe el pasado y le de sentido al futuro. Alguien dispuesto a darlo todo en la misma medida en que nosotros lo demos.
Esa es la clave.
Alguien que devuelva nuestro esfuerzo.
Leave a Reply