A veces pienso en mi corazón como un guerrero. Lo imagino fuerte, con su armadura abollada y medio centenar de cicatrices repartidas por cada uno de los pasados sufridos.
Lo imagino serio, con la mirada fija en el futuro. Esperando la siguiente batalla que sabe llegará, una lucha más que dolerá y abrirá nuevas heridas. Resignado, diría incluso. Como quien sabe que, haga lo que haga, nada cambiará la suerte de amores que le ha tocado sufrir.
Sin embargo, también lo veo fuerte, veterano. Y eso me quita los miedos. Sé que vencerá una batalla tras otra hasta que llegue al fin la paz. No sé cuándo será eso, si es que alguna vez llega, pero hasta entonces estoy seguro de que mi corazón resistirá cada una de las embestidas de las malas decisiones que parezco tomar siempre.
Un corazón valiente, eso tengo. Capaz de entregarse siempre del todo a pesar de lo dura que pueda ser la caída. Que se levanta de nuevo, se cura las heridas y se lanza una vez más buscando ese amor que, al fin, le cambie la vida.
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