En la vastedad de este universo de palabras y sentimientos, me encuentro buscando la esencia de lo que siento por ti. Y en ese intento, me doy cuenta de que todo se reduce a una simple frase: te quiero. Es un sentimiento que se desborda, que no conoce límites ni fronteras, que se expande y llena cada rincón de mi ser. Es un eco que resuena en las profundidades de mi alma, un grito silencioso que se eleva desde el núcleo de mi existencia.
Es un amor que se manifiesta en cada pensamiento, en cada gesto, en cada palabra. Es un sentimiento que se teje en la trama de mi vida, que se entrelaza con cada fibra de mi ser. Es un amor que no necesita de grandes discursos ni de palabras rebuscadas, porque su esencia se encuentra en la simplicidad de un “te quiero”.
Te quiero
Este “te quiero” es un faro en la oscuridad, una brújula que me guía en el laberinto de la vida. Es un refugio en medio de la tormenta, un oasis en el desierto de la soledad. Es un “te quiero” que se convierte en mi razón de ser, en mi motivo para despertar cada día, en mi inspiración para seguir adelante.
Es un “te quiero” que se siente en cada latido de mi corazón, en cada suspiro que se escapa de mis labios, en cada mirada que se pierde en la inmensidad de tus ojos. Se vive en cada instante, se celebra en cada momento y se atesora en cada recuerdo.
Así que, si tuviera que resumir todo lo que siento por ti, si tuviera que condensar todo este amor en una sola frase, sería simplemente: te quiero. Porque en esas dos palabras se encuentra todo lo que soy, todo lo que quiero ser, todo lo que espero llegar a ser. Te lo resumo: te quiero. Y en ese “te quiero” se encuentra la esencia de mi amor por ti.
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