Ojalá…

Ojalá que la vida te volviera a traer a mi lado y uniera de nuevo nuestros labios. Sonreírle al mundo que me mire, celoso, por verme feliz de nuevo, con el corazón contento por saberte aquí en mi abrazo y lejos de aquel que te robó el amor un día, cambiándolo por unas lágrimas ya frías que no hacen si no recordarme lo sencillo que es tomar la decisión equivocada.

Ojalá que el orgullo nos dejara hablar de nuevo, compartir los secretos que antes susurrábamos al viento bajo las sábanas, con las piernas entrelazadas y el pulso cabalgando en nuestras venas. Qué bonito era rozar tu cuello con mis labios, acariciar tu mejilla y besar tu boca, perdición que un día jamás pensé que desearía de la forma en que ahora lo hago.

Ojalá…ojalá nunca te hubiese perdido.

Ojalá que el tiempo hiciera a nuestros caminos volver a cruzarse, quizás en esta ocasión ninguno empujaría al otro y seríamos capaces de encontrar el ritmo común para poder avanzar juntos, con tu mano en la mía y la consciencia de que de los errores pasados se aprende.

Ojalá que con el mañana consiguiéramos olvidarnos del ayer, que tanto daño nos hizo, que tanto daño me hiciste.

Ojalá que tu silencio no doliera de la forma en que lo hace. Con cada palabra muda que no sale de tu boca, escribo poemas en mi mente en los que al fin te decides a intentar de nuevo algo que, estamos de acuerdo, pudo haber sido maravilloso. Luego, abro los ojos y noto cómo todo lo que no dices se lo lleva el viento, dejándome de nuevo en la absurda realidad de tu silencio.

Ojalá, sí, ojalá, dejemos de ser polos opuestos y comencemos de una vez a atraernos.

Ojalá…ojalá volvieras a mi lado.

 

 


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