Que se paren los trenes del tiempo, que descarrilen si hace falta, yo me bajo aquí, ésta es mi parada. Se acabó el esperar un cambio, se terminaron las falsas esperanzas. No lo intentes más, ya no hace falta. Se agotaron mi paciencia y mis ganas.
Tantas cosas dijimos, casi tantas como callamos. Y no fue si no la tozudez la que nos llevó a seguir sufriendo, arañándole días, semanas, a algo muerto hacía tiempo. Supongo que se agotó mi paciencia, me vacié por dentro y me cansé de soñar con volver a un principio en el que todo parecía posible, en el que la realidad, oculta detrás de esa fachada de felicidad, se reía de nosotros a la espera de hacer su entrada triunfal.
Y menuda entrada. Llegó para quedarse y nada pudimos hacer. Cada pelea, cada grito, cada lágrima, soltó poco a poco las débiles costuras que nos unían y ahora…ahora digo basta. La vida no es tan larga como pueda parecer, el tiempo vuela y los trenes pasan a nuestro alrededor. Me equivoqué y, por eso, de este tren salto yo. En marcha si hace falta, pues en la caída se secaran las lágrimas y del golpe saldrán nuevas heridas que, por fin, nada tendrán que ver contigo.
Caeré, me levantaré y, sin prisa, echaré a caminar de nuevo.
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