Y así, se me rompió la vida. Se me partió en mil pedazos antes incluso de llegar al suelo. Fue tal la hostia que me diste, que me quedé sin aire al verte marchar, boqueando palabras inconexas, tratando de juntarlas en un “no te vayas”.
Pero te fuiste.
Tardé en verlo claro, tardé en darme cuenta. Demasiado tiempo esperé tu regreso y ahora me lamento. Porque ahora entiendo que perderte fue ganar una batalla. Lo que me pareció un fracaso, fue en realidad una gran victoria.
Fuiste la droga que me rompió la vida y ahora que no dependo de ti, ya puedo quitar la venda de mis ojos y contemplar el nuevo día, mientras recojo los pedazos caídos y aprovecho para dejar algunos en el suelo. Ahí están bien, ahí estás bien.
Lejos de mí.
Ahora soy yo quien se aleja, quien no escucha tus palabras nulas. Soy yo quien gana la guerra contra tu droga y al mirar atrás me siento fuerte, me siento libre, me siento desintoxicado de ti.
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